Estaba ahí sentado. La cascada de luz caía sobre mí; en ese instante tuve una visión. Estaba en otra ceremonia hace muchos muchos milenios. Se encontraba el Buda, sobre su estómago se revelaban los 777 símbolos de la armonía. Mi maestro, que no era mi maestro sino otro maestro, me instruía sobre mi destino. A partir de ese instante ya no sería su discípulo pero su igual. Un atisbo de amargura se asomó en su rostro. Sereno dijo: "Mañana Shaolin caerá y sus discípulos difundiran las artes marciales en el mundo".
Llegado el momento el ejército se abalanzó sobre nosotros. Todos nos mantuvimos de pie durante largas horas. Entonces el maestro dio la orden definitiva. Una tras otra las camisas de hierro fueron desapareciendo. Tenía miedo, pero finalmente me deshice de mi camisa de hierro. Una lanza atravesó mi estómago y cai.
Mi destino no terminó ahí, sólo. Pero en medio de un charco de sangre cerré los ojos para siempre.
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