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Tuesday, July 03, 2007

Eso III: La búsqueda sin Fin

SD

Parte 1. (Ansiedad)

Ansiedad, el veneno de mi alma, cuando menos lo espero, llega, me desnuda, me posee. Es un demonio del silencio que arrasa mis sentimientos, mis pensamientos, vacía mi cuerpo y lo deja indefenso en la acera bajo el acerado designio del cielo. Le tengo miedo, mucho, no respeta instantes, situaciones, o cualquier circunstancia, es un caudal desbordado sediento de libertad.
No tengo defensas contra ella, sólo una infinita sensación de fragilidad y una visión de mil templos derrumbándose sobre mí. La conozco mejor de lo que me gustaría y es por eso que sé que no tengo forma de combatirle y la esperanza se esconde en mi desesperación. Me sé débil, muy débil, los segundos se vuelven horas y las horas instantes cuando ella ataca. No lo evito, dejo que fluye y que momentáneamente me mate, eventualmente nos cansaremos y se irá.
Mi cuerpo se satura de ansiedad, esa necesidad del movimiento perpetuo hacia todas direcciones, incapaz de concretarse en una sola armonía. Es agotadora, extenuante, la antítesis y no lo opuesto de todo lo que aspiro. La ansiedad es un movimiento que paraliza, un sonido que enmudece, una luz que oscurece, una sensación que no es sentida. Así es, ella, en sus más profundas raíces es una ardiente manifestación de amor que se sabe incapaz de manifestarse. Razón de más para ser poderosa y temida, no la controlo, no quiero hacerlo porque sólo así sé que mi corazón palpita.

Parte 2. (Retomando los fragmentos)

La dualidad es la base del cosmos, la muerte del caos, el principio del fin. Tengo un nombre por el cuál me conocen todos aquellos con los que interactúo en este largo caminar. Ese no es mi nombre verdadero, ese que es único e irrepetible, aquél que encierra todo lo que en verdad soy. Cuentan las leyendas que al nacer las almas se separan para algún día volverse a encontrar y ser felices para siempre. Más toda leyenda tiene su origen en una realidad aunque ésta no sea patente a primera vista.

Hace muchos años el gran Cosmos sufrió una fractura, al principio no parecía nada grave hasta que se convirtió en el acceso al gran Caos. Una estrella silenciosa cayó en un primitivo planeta junto con los restos de aquellos intentaron escaparon de la gran anomalía. El primer hombre y la primera mujer, no poseían materia, sólo la conciencia y la voluntad para existir. Este es el principio de la leyenda y tal vez el final.

Me encontré en un lugar vacío, un punto muerto de la historia, tras vivir por largos meses una extraña doble vida me encontraba sólo en la realidad. Pensé que sería maravilloso poderme concentrar en lo que tenía que hacer pero ese fue sólo el principio de la ansiedad, necesitaba de eso urgentemente. Las cosas no mejoraron, me encontraba perdido .

Al principio creí que todo iba a salir bien pero rápidamente me encontré con varios obstáculos y ya estaba demasiado cansado como para evitarlos. De un día para otro el mundo que parecía girar a mi favor se tornó en mi contra, tuve la más grande depresión de mi vida no causada por una mujer. Pero la realidad eran las ardientes flamas del desierto las que me consumían, la falta de aliento, de la preciosa agua y de la voluntad para seguir adelante. Mi precioso oasis era sólo un espejismo y el sueño que perseguía se convirtió en eso, una vana falacia. Por momentos fui feliz, y vaya que lo fui, algunos amaneceres eran más rojos que otros; algunas tardes eran más lentas y sinceras. Algunos días le sonreí a la vida y los menos ella me sonrío.

Hubo ocasiones en que la luna me dirigía agresivas miradas y me convertían en mi otro yo. Las vendas de mis pies se encontraban esparcidas por las dunas, la carne viva dejaba su agua cómo rastro para los carroñeros. Los restos de mi espada quemaban mi espaldan mientras mi vista se tornaba borrosa. Esos días bajaba la miraba en busca de la orilla del lago que nunca encontré. Saborear sus aguas, escuchar ese breve susurro de tranquilidad, rozar mi cabeza sobre su manto. La respuesta al enigma de eso. Esos tristes días cuando las nubes grises te opacan el alma, días ciegos al milagro de la lluvia y de la felicidad.

El día estaba muriendo cuando llegué a mi límite y pensé en la noche como la anhelada salvación que necesitaba, el respiro a la tempestad. Lo sabía y guardé silencio, confiadamente, fingiendo la inocencia del ignorante, seguí adelante. A unos pasos yacía la Sombra del Destino, encaramada detrás de un árbol, aguardando cual predador asecha su presa. Este peculiar ente es diferente para cada persona, en mi caso se trataba de una gentil chiquilla. Sus inocentes labios susurraban mi nombre. Voltee mi cabeza y observé sus ojos escarlata, claros, brillantes, vivos, deslicé hacia abajo la mirada, pasando por su pequeña nariz, sus delgados pómulos, su suave boca que mostraba labios sabor cereza.

No me di cuenta cuando mi mano acarició sus suaves pechos. Fue como tocar dos trozos de cielo. La luna a sus espaldas la hicieron mágica, una diosa seduciéndome y reclamándome como su Señor. Con toda delicadeza rocé con mis dedos su espalda haciéndola estremecer toda. Junté sus manos con las mías y descubrí que estaban vacías. Inmediatamente fijé mi mirada en su rostro y descubrí lo que ya sabía, una sombra más, como tantas del pasado. Traté de mirar a otros lados cuando descubrí que todo el mundo se había sumido en tinieblas. “Si un árbol cayó en medio del bosque y nadie lo escuchó ni lo vio caer, ¿cómo sabes que se ha caído?” Si una estrella muere en la soledad del día, ¿podrías realmente decir que se ha ido?

Las avecillas de paso se posaron en el frágil mármol sobre el pasto, le cantaron su más sencilla canción, y le robaron un destello de vida. Los caídos y los vagabundos ven ese limbo entre el día y la noche cómo el más maravilloso, porque sólo ahí se saben fuera del mundo. Muy temprano en la mañana me encontró tirado un pasante del desierto, su aspecto era el de un hombre marcado por las arenas; joven y con arrugas de señor, experto en el arte de sobrevivir e inexperto en los caminos de la vida. Abrumado por mi condición, buscó entre su equipaje algunas yerbas medicinales con las que untó mis ojos. Me quitó los vendajes manchados de sangre y los remplazó por telas limpias. Agradecido y sin un ápice del tiempo en el que me encontraba le devolví una sonrisa.

Caminamos un pequeño trecho del desierto, platicamos de todo y nos hicimos amigos. Antes de que los caminos divergieran me entregó un collar que encontró entre mis vendajes, miré la verde piedra en bruto y le agradecí el gesto. Seguí el paso del desierto otro trecho hasta llegar a un cañón. Me senté en la orilla a contemplar el nuevo mundo que se abría ante mis ojos, contemplé sus promesas; llegué a donde no pensaba ir y encontré enigmas que no pensaba responder. El descenso por la pared se veía eterno, tenía poco equipo y los huesos cansados.

Parte de mi espíritu roído con sólo mi frente en alto. La lluvia del desierto se precipitó con su mágico correr de vida y esperanza; con su rítmico caer y su frío marchar me arrancó una sonrisa. La cuerda, hecha de hebras de tiempo, se fortalecía con cada gota de agua. El tiempo se esfumó, mi destino podría esperarme toda una vida y yo en cambio me precipitaba a su rápida conclusión. En mi atolondrada bajada olvidé ver las inclemencias del terreno, mi equipo pesaba mucho y la forzada marcha me estaba agotando. Me aferré a la esperanza de llegar rápidamente al fondo sin medir los riesgos. Más de una vez me quemé las manos estando al borde de perderme. Los momentos de descanso se convirtieron en respiros y alegrías. Agradezco ese duro paso pero eso momento de seguir adelante. El descanso en el que estoy es engañoso, sólo deseo ver mi dulce lago, mi dulce ser.

Parte 3. (Oraciones del día)

>El camino más corto. Pasado y Futuro dejan de existir y se convierten en presente. Estoy parado sobre mis pies, creo que de alguna forma el tiempo se ha congelado con tu ausencia y tengo miedo que nunca más pueda volver a girar. El reloj se detiene pero yo no, perdón, sólo soy un humano al igual que los que me rodean y no puedo evitar desviar de vez en vez mis pensamientos. Mis heridas se curan, me verás con otro rostro y otro cuerpo aunque tengo miedo de hacer algo mal, agrietar mi piel, agachar la mirada. A veces soy tuyo, a veces no. Regresa y dame tu mano, sólo eso, no te miento, sujétame y acabará el caos, tómame y comenzará el cosmos <


>El río, mi camino, ha sido creado para probar a los aventureros, para determinar si se trata de un ser o de un ente, si está listo para recibir eso o si debe ser condenado a la muchedumbre. Tal es el destino de los buscadores de eso. Así despierto cada madrugada, recordando cómo alguna vez fui, a la gran masa de agua precipitándose sobre mí. El sofocado grito de auxilio, el letargo que le siguió y la llegada al presente<

>Y pienso en el ayer, más allá del horizonte visible por mis ojos, veo una niña que ya es mujer, unos ojos penetrantes que se clavan en ella. La mirada suya que a reservas me dirige son dos punzadas en mi alma, sigo mirando, sigo llorando. Es la felicidad de ayer, el recuerdo de hoy. Dos figuras se mecen suavemente sobre el oleaje del pasado y son felices, dos sombras que no debo perturbar. El viento a mis espaldas me susurra suaves palabras de amor, a veces escucho, a veces me caigo. Soy débil cómo cualquier otro, no un guerrero, no un peregrino, un mortal que espera la llegada de eso. <
< Pensamientos al atardecer>

Parte 4. (Penetrando el espejo)

> Entonces me pongo a pensar en lo que ha sido de mi día de la forma más imparcial y me doy cuenta, aunque sólo sea por instante de lo que realmente soy. Quisiera vislumbrar todo el cuadro y entender la pintura pero se trata únicamente de un conjunto de imágenes moviéndose por el espacio, una sinfonía difícil de escuchar. Me siento en mi cama y siento la necesidad de ver el cielo estrellado, en cambio el desordenado paisaje nocturno de la ciudad. Cierro los ojos y no duermo, me dirijo a mi escritorio y encuentro mi computadora apagada, no es momento de escribir.

Camino a mi espejo en busca de sueño, hoy no pienso fugarme de la realidad en ilusiones. Veo mi reflejo y me doy cuenta que se trata de muchas personas. La primera figura que veo es sombría, delgada, desaliñada y deprimida. Suelto un grito en el silencio, miles de preguntas circulan por mi cabeza, entonces deseo que se detenga el dolor. Lo veo a los ojos y se esfuma la visión. Tras él hay varios rostros congelados por el tiempo, no están acostumbrados a ser vistos a la luz pública. Los hay de todas las edades e incluso algunos que no puedo reconocer porque a penas se están formando. Sigo penetrando en mi reflejo y veo que hay más caras alegres y más momentos de paz de los que puedo ver.

Después de mucho caminar llego a la figura principal, la que estaba buscando. Me mira a los ojos y me aterroriza, no es lo que pensé. Es mi reflejo, un hombre de mediana estatura, de facciones delgadas excepto por su estómago, ojos vivachos, mirada penetrante, un aura de tranquilidad que pocos poseen y otras cualidades de las que me sé falto. Yo lo veo y lo penetro, conozco sus verdades, todas y cada una de sus debilidades. Lo veo y me aterro, no esta triste, no está deprimido, nada de nada. Me cuestiono si lo que veo es sólo una ilusión, quiero hacer algo y me doy cuenta que sólo es un espejo.

Me agacho y veo el piso, recreo en mi mente la visión de mi reflejo. Estoy frente a mí y me doy cuenta que él engloba todas las figuras por las que pasé, todas excepto una. Sus labios se mueven pero no producen ningún sonido; entiendo su significado. Mis ojos se fijan en su pecho y encuentro la herida, quiero tocarla pero no puedo.

Con cierta serenidad en mi alma, dirijo mis pasos al refrigerador y me sirvo un vaso con agua. Al dejar la jarra en su estante correspondiente golpeo el dorso de mi mano derecha con la puerta, la cierro y la acerco a mis ojos. Ahí estaba el pasado, el presente y el futuro, coexistiendo en ese instante, mostrándome una nueva verdad. Tú, soy feliz, esa herida que tanto arde me la hice mucho tiempo. No es el fin del mundo, sólo una cortada que el tiempo sanará. Pero la sigo mirando, sigo concentrando mis fuerzas en esa pequeña punzada de dolor, entonces es importante. La sombra se desvanece a medida que me sumo en el sueño de la noche. <

Parte 5. (¿Conclusión?)
Finalmente ¿En quién caen nuestro sueños, deseos y pensamientos?

1 comment:

ghost drako said...

Me da gusto al fin leer la conclusion? de la historia, quiza solo sea una historia entretejida al alma del mundo, quiza solo sea un fragmento de recuerdos, quiza, solo quiza aun falten los gritos de los olvidados inmersos en las sombras del espacio que queda entre el ayer y el mañana y que tambien son excluidos del hoy...evidentemente me gustan tus escritos, cada vez mas revelan una creciente madurez como autor y eso es agradable al leerte... tambien se nota una gran influencia de Frank Herbert, pero eso como .. mhh pecata minuta... claro que todo el tiempo hablas del ksiwatz haderach y la importancia del agua... y la saga de Dune aun empieza